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Álvaro Moscoso

De la democracia y otros cuentos colombianos

Estudiante de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia, tutor de filosofía en varios grupos de estudios populares y concejal del municipio de Tabio para el periodo 2016 - 2019; tiene conocimientos básicos en urbanismo, historia colombiana, filosofía y pedagogía.

Álvaro Moscoso | 01 de marzo de 2016

Si el país no tiene un modelo educativo para formar ciudadanos ilustrados que estén en capacidad de decidir, entonces no estamos en ningún sistema democrático de gobierno, sino en algún tipo de leyenda.

La democracia Colombiana es un cuento de hadas. La democracia, dice Johann Benjamin Erhard, supone que la ilustración es el primer derecho de los ciudadanos, sin ilustración, la democracia es un cuento sin bases sólidas que da la ilusión de participar en las decisiones, pero las decisiones ya están tomadas normalmente por el Señor Dinero.


Si la democracia, en teoría, es el gobierno del pueblo, o en su defecto de las mayorías de ese pueblo ¿Por qué las mayorías estamos inundadas de problemas profundos de miseria en un país con tantas riquezas? Eso suena como que aquí esa teoría no se pone en práctica como se supone. Hagámonos algunas preguntas al respecto.


Primero, la “democracia colombiana” no es sacrosanta, ni perfecta, ni nada parecido; y por eso hacerle algunas críticas no es pecado y mucho menos delito. Partiremos de la lógica de ser totalmente sensatos ¿Los ciudadanos colombianos tenemos la suficiente ilustración para escoger a aquellos que nos representarán y administrarán los recursos que salen de nuestros bolsillos? Hagamos memoria y demos una vuelta a la historia nacional reciente a ver qué conclusión sacamos.


Más complejo de lo que parece es esta cuestión, sigamos con otras preguntas: ¿Confía usted en los políticos que eligió para que lo representaran? Yo soy uno de esos políticos que una comunidad eligió para que los representara. A veces me pregunto si el “Zoon Politikon”, al que se refería Aristóteles, era al animal político en el sentido en que todas las personas humanas somos por naturaleza sociables  o si los políticos somos unos animales, ahí es donde uno entiende la diferencia entre político y politiquero. Mientras el político busca establecer las mejores formas de convivencia que garanticen la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos, el politiquero busca el beneficio propio, y además, pagar los favores que debe por haber ganado. 


Supone uno que aquellos que deben representar y decidir a nombre de todos los ciudadanos son las personas más preparadas para hacerlo, no sólo en términos académicos, sino también éticos. La realidad dista mucho de esta situación, esto porque pareciera que la ilustración no ha llegado a la sociedad colombiana. 


En mi vida he tenido múltiples facetas, desde pintor de casas, hasta profesor de historia de Colombia en preuniversitarios populares. Lo más deprimente es ver que jóvenes recién graduados no conocemos la historia del país, y a eso se le suma la eliminación de la clase de Historia de los currículos por parte de los colegios públicos para ser reemplazada por horas de formación en  tecnicatura de sistemas. Esto dicho de otra manera, de ninguna forma educar ciudadanos para la democracia, sino mano de obra para el trabajo.


Y esto suena a una aristocracia académica, pero no lo es, sigo hablando de democracia; ese sistema que, en teoría, nos permite elegir de forma autónoma y libre los destinos de la sociedad de la que hacemos parte. Pero si no tenemos la suficiente ilustración para decidir, ¿cómo decidimos?. Es tan simple como ¿Conoce usted el Plan de Gobierno que propusieron los candidatos de los diferentes cargos de elección popular? 


A Santos, en su primer gobierno, lo eligieron por ser la continuidad de Uribe, y en la segunda por no dejar subir al poder al uribismo, pero ¿qué proponía Santos en su primer periodo y en su segundo periodo? ¿o el alcalde, o concejal, o diputado o edil, o gobernador? 


En últimas, esa “democracia colombiana” está estrechamente ligada con la educación. Si el país no tiene un modelo educativo para formar ciudadanos ilustrados que estén en capacidad de decidir; que tenga suficientes elementos de juicio para optar por una y no por otra opción de forma racional, entonces no estamos en ningún sistema democrático de gobierno, sino en algún tipo de leyenda. 


Para finalizar, una última pregunta ¿Hasta cuándo seguiremos pagando impuestos tan altos, mientras aquellos politiqueros se den una gran vida gastando nuestro dinero? Muchos colombianos mueren y padecen día a día por la corrupción y el clientelismo del cual somos cómplices, porque esos dirigentes no se eligen solos. ¿Qué control hace la ciudadanía sobre los “representantes del pueblo”? Mientras tanto, siguen empeorando la educación, la salud, la pensión, la seguridad, los espacios culturales y deportivos… pero ¿Dónde está el dinero?


Sin una ciudadanía ilustrada, eso de la democracia es una leyenda, un cuento que se inventaron para que estemos dormidos mientras que los que tienen el sartén por el mango hagan sus cositas sucias. 

 


 

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