01:02 h. martes, 30 de abril de 2024

A la postre, estamos perdiendo todos; empresas y empleados, dinero y tiempo.

El desprecio hacia la educación técnica

Julio César Vásquez  |  19 de marzo de 2017 (08:01 h.)
Tomado de: https://goo.gl/xHr4kh

La formación técnica no debe ser vista como un plan B que deben tomar aquellos que no tuvieron la capacidad económica para pagar una universidad privada ni las capacidades intelectuales para acceder a una universidad pública, tampoco debería ser vista como un eslabón, un paso previo, un “escampadero” temporal hacia la educación universitaria, idea que se ha reforzado con el perverso esquema de los ciclos propedéuticos.

Por: Julio César Vászquez

¿Cuántas veces nos hemos encontrado con personas alegando que nada de lo que aprendieron en su carrera les ha servido en el mundo profesional y elevando aquella idea de que “se aprende más en un año trabajando que en cinco estudiando”, o, quizá con otra persona indignada después de una entrevista laboral porque encuentra que un técnico o tecnólogo “le ha quitado el trabajo”? La indignación sobreviene del hecho de que considera que merece mucho más esa posición porque se ha esforzado más en la vida, duró mucho más tiempo estudiando, está mejor preparado y pagó matrículas mucho más costosas, ¿es justo que se encuentren en ‘igualdad de condiciones’?

En buena hora el Ministerio de Educación ha anunciado su intención de implementar el Sistema de Educación Terciaria en el país, otra de las exigencias realizadas por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) en el marco del proceso de observación y posible admisión a ese “club de los países ricos”, algo que se ha vuelto una obsesión para el Gobierno; no obstante, esta propuesta ha suscitado críticas principalmente de forma: el Gobierno pretendió hacerlo vía fast-track sin una concertación amplia con los diversos sectores académicos del país (al parecer el fast-track sirve de excusa para implementar cualquier reforma que al gobierno se le ocurra, saltándose los mecanismos regulares). Lamentablemente, esa misma falta de discusión ha sobrevenido en una oposición visceral. Por ejemplo, algunos desinformados pusieron el grito en el cielo ante la perspectiva de la implementación de las llamadas maestrías técnicas, creyendo que igualaban a los profesionales técnicos y tecnólogos con los universitarios sin comprender que ya existen las especializaciones técnicas, que hacen precisamente eso, especializar al profesional en un área específica de su saber técnico, en este caso, las maestrías técnicas constituyen un nuevo eslabón en ese proceso formativo, obviamente no equivalentes a las maestrías universitarias que son eminentemente de carácter investigativo y buscan preparar al estudiante para un eventual salto hacia el doctorado.

La formación técnica no debe ser vista como un plan B que deben tomar aquellos que no tuvieron la capacidad económica para pagar una universidad privada ni las capacidades intelectuales para acceder a una universidad pública, tampoco debería ser vista como un eslabón, un paso previo, un “escampadero” temporal hacia la educación universitaria, idea que se ha reforzado con el perverso esquema de los ciclos propedéuticos; un técnico no es un universitario pequeño ni tiene las competencias básicas de un universitario, ambos tipos de formación deben tener sus propios caminos independientes y cada uno de esos caminos debe ser una opción igualmente válida como el proyecto de vida de una persona; no quiere decir que no sea posible un tránsito entre los distintos tipos de formación (como el licenciado que termina trabajando en investigación científica o el ingeniero que termina trabajando en la docencia), es sólo que ese no debería ser visto como un camino “natural” ni el de la mayoría; no podemos aspirar a que todos seamos universitarios, para que un esquema productivo funcione necesita de gente capacitada en todo los niveles de la pirámide, no basta el conocimiento científico sin la innovación y sin la aplicación técnica correspondiente. La consolidación de un buen Sistema de Educación Terciaria debería ser capaz de entender las diferencias entre todos estos tipos de formación para ayudar a articularlas entre sí y con el mercado laboral.

Y es que desde el propio sector productivo se ha venido menospreciando sistemáticamente a los técnicos, muchas empresas optan por preferirlos sobre los universitarios porque consideran que por el tipo de formación que tienen, aspiran a una menor remuneración y tienen vía libre para pagarles menos. La determinación de los salarios no debería ser con base en los títulos sino en las competencias que se tienen, sin importar de qué manera las obtuvieron, pero aún vemos compañías que le niegan un ascenso a su empleado más aventajado simplemente por no tener un cartón aunque esté mucho mejor capacitado que sus compañeros, vemos empresas que exigen títulos universitarios para perfiles de trabajo que desempeñaría mejor un técnico o exigen títulos de maestría para trabajos que no requieren ningún tipo de habilidad investigativa relevante.

Vivimos en una era de esnobismo intelectual (ya vimos el caso de nuestros dos últimos alcaldes posando de tener doctorados inexistentes, como si eso los facultara para administrar mejor) que nos ha llevado a un fenómeno de inflación de títulos y de mercantilización de la educación. Así, la gente no estudia para mejorar sus competencias y poder ser profesionales más integrales sino para poder llenar su hoja de vida con cosas que atraigan la mirada de los departamentos de recursos humanos aunque ese conocimiento no sea relevante para su labor. A la postre, estamos perdiendo todos; empresas y empleados, dinero y tiempo.

Ese es el tipo de cosas que ha causado que una persona opte por estudiar una carrera universitaria antes que por una técnica a pesar de que su proyecto de vida y expectativa laboral sea la de desempeñar una labor técnica, por eso es que muchos de sus conocimientos adquiridos en la universidad no resultan relevantes en su trabajo y por eso es que lo que sí es relevante lo tendrá que aprender sobre la marcha y sin ninguna estructuración pedagógica adecuada. En Colombia hay muchos universitarios y pocos técnicos, hay mucho desempleo juvenil y al mismo tiempo grandes necesidades de empleados en ciertos sectores; una reconfiguración de la oferta académica que se preocupe por su propia pertinencia debería solucionar esas distorsiones de mercado. Al final, la remuneración dependerá más de esa pertinencia y de la oferta y la demanda que del tiempo o dinero invertido en estudiar, por ejemplo, un técnico en logística de transporte tiene un salario de enganche $2.500.000, muy superior al de la mayoría de carreras universitarias.

Lamentablemente, desde los mismos movimientos estudiantiles se ha despreciado la formación técnica como un proyecto de vida válido, hace unos años, durante las movilizaciones de 2011, la MANE denunciaba que el gobierno inflaba las cifras de aumento de cobertura en educación terciaria por incluir en ella cifras del SENA pues consideraban que ese no era un tipo de formación válida, de lo que después tuvieron que retractarse al ver la molestia que causó en los miles de estudiantes de esa institución, muy importantes para la movilización. Los técnicos no son, como ellos dicen, autómatas que sólo siguen las órdenes del patrón capitalista y que no son capaces de pensar por sí mismos, sendos ejemplos de innovación se pueden encontrar en egresados de esas carreras, así como triunfos en diversos concursos y convocatorias realizadas en la NASA o en la FIA, por decir algo.

Es necesario que desde los sectores productivos, académicos, el Gobierno y la ciudadanía resignifiquemos la importancia y el papel de la educación técnica y tecnológica, que depuremos la calidad de estos programas y los ajustemos a las necesidades y la demanda del país para que se articule de una mejor forma con la educación superior, esto es muy importante para el desarrollo de una industria tecnológica pujante y creciente como la que aspiramos a tener. Haríamos bien en repasar los caminos por donde anduvieron países como Alemania o Corea del Sur hace más de medio siglo.

Hemeroteca