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Carlos Ariel Bautista Gonzalez

Aprender a vivir sin matarnos

Representante estudiantil de la carrera de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia. Miembro del grupo de investigación "Adán Arriaga Andrade".

Carlos Ariel Bautista Gonzalez | 24 de febrero de 2016

 Lo más difícil del Proceso de Paz no será su firma, como algunos llegarían a pensar, sino su implementación y los cambios sociales que de él se deriven. Para que Colombia pueda dejar atrás este largo invierno y encontrar tras el muro las flores de primavera será fundamental que remplacemos la discusión por el debate, la intolerancia por el respeto a la diferencia. Es necesario que aprendamos a vivir sin matarnos.

En este cambio la Universidad Nacional de Colombia no puede jugar un papel pasivo o secundario, todo lo contrario, debe ser un foco de debate interno que propicie para si estás transformaciones y que las impuse por todo el territorio nacional: debe regresar a ser una universidad que ve de cara al país y da respuestas a sus problemas; debe convertirse en un centro de debate nacional por excelencia, donde todas las visiones participen y sean respetadas; debe ser una universidad para el saber y La Paz.

Para afrontar tan titánica tarea se debe partir de un presupuesto razonable: no hay democracia sin debate, y debate sin participación y respeto. Por tal motivo, la universidad debe ser un ejemplo para el país de debate y deliberación, que se consigue propiciando la participación real y efectiva  de su comunidad en las decisiones que los afectan, aumentando la participación de los estudiantes, profesores y trabajadores en las decisiones, convirtiendo los órganos colegiados un espacio de construcción colectiva y no en un saludo a la bandera. Así mismo, se deben garantizar formas de participación amplia fundamentadas en la diversidad, de tal suerte que todo el que quiera participar, independientemente de su postura política o académica lo pueda hacer, y que a su vez, sus opiniones sean tomadas en cuenta por los órganos colegiados.

Junto a lo anterior, la Universidad Nacional debe convertirse en la institución que, por medio de la investigación y construcción del conocimiento, encabece y ayude a dar respuesta a los problemas e interrogantes de esta nación: ¿qué causas sociales originaron el conflicto? ¿cómo se deben reparar las comunidades y las víctimas? ¿qué cambios necesita la legislación y el sistema político? Para conseguir esto, es fundamental que la universidad regrese a las comunidades y a las ciudades, que tenga otra vez un contacto directo con la realidad, que estudie de primera mano el país, y desde ahí, contribuya a la convivencia y la reconciliación. Sin embargo, para esto es necesario que la Universidad Nacional cuente con una financiación plena del Estado que le permita contar con investigadores e insumos de primera categoría, que la docencia no se vea afectada sino beneficiada por la investigación y que sus labores académicas tengan un alcance importante. 

Para terminar, la universidad se debe abrir al país, se debe convertir en el principal centro de debate nacional, debe de dejar de ser su propio referente y que lo vuelva a ser este primero. Debe ser un sitio donde las Altas Cortes puedan encontrar respuestas a los problemas jurídicos más importantes; donde el Congreso encuentre ayuda para solucionar los problemas del país, desde el diagnóstico a la implementación; donde el Gobierno Nacional pueda debatir y escuchar al país en toda su complejidad, donde encuentre una mano crítica y analítica que no reproduzca monólogos, sino un debate de ideas.

Colombia necesita y se merece una Universidad Nacional de Colombia renovada. Una universidad que no viva con la fuerza de la costumbre ni con la de la incertidumbre; una universidad que frente a tiempos de cambio sea un punto de partida para el cambio y la esperanza; una universidad renovada para una nueva Colombia, al alcance de nuestros sueños y expectativas, que sea verdaderamente universidad, nacional, y de Colombia.
 

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