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Carlos Ariel Bautista Gonzalez

¿Por qué la ciudad universitaria no debe ser blanca?

Representante estudiantil de la carrera de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia. Miembro del grupo de investigación "Adán Arriaga Andrade".

Carlos Ariel Bautista Gonzalez | 21 de febrero de 2015

Desde hace un tiempo en la universidad ha tomado fuerza una discusión que ha dado de qué hablar con respecto a los muros del campus y sus diferentes facultades ¿Debe la universidad ser  una ciudad blanca?

A mi modo de ver, una ciudad blanca atenta y desconoce el desarrollo histórico de la universidad, lo que la universidad representa para el país, los principios más básicos que los demócratas defendemos, y por último, la naturaleza misma de la democracia y la autonomía universitaria.

Ciro Quiroz hace un análisis completo y diverso de la historia de nuestra Alma Mater en su libro “La Universidad Nacional de Colombia en sus pasillos” en él podemos ver el camino que tomó la universidad durante su desarrollo histórico, siendo esta la principal herramienta para entender la naturaleza de los murales y grafitis; ‘canelazos’ y tropeles; diversidad y debate en la Universidad Nacional.

Como bien lo recalca, la universidad nació con el objetivo de ser aquella que llevara a sus hombros el liderazgo nacional; se fundó como una universidad que se obliga al cuestionamiento del pasado como si hubiera sido siempre vieja; se compromete con el presente para ser siempre actual, y se proyecta en el futuro, para continuar siendo nueva. Quiroz también nos dice,  citando al profesor Ernest Röthlisberger, que la universidad es de librepensadores en cuestiones religiosas y de extrema izquierda en lo político… Señalaba la participación juvenil en las contiendas civiles, donde muchos anticiparon su muerte en lucha por sus convicciones, ya que los estudiantes (…) constituían siempre uno de los elementos más activos, fogosos y sacrificados durante las revoluciones (…). A nuestra universidad asistían, casi sin excepción, jóvenes liberales y de tendencia radical, por ello, era muy aborrecida por la gente retrógrada.

Además de esto, la universidad fue fundada por masones colombianos – uno de ellos, Manuel Ancízar, quien fuera el segundo rector de la Universidad Nacional, como un proyecto de élite, el cual, con el paso del tiempo sufrió un cambio sociológico importante, desde los años treinta del siglo pasado hasta los años setenta – década en la cual se pinta “El Che”, la universidad sufrió una transformación radical. Cada vez más sus estudiantes correspondían a un estrato social distinto, nuestra universidad se volvió un espacio de discusión entre las élites y las clases populares, lo que conllevó al surgimiento de organizaciones socialistas, anarquistas y comunistas en el campus, que bajo los valores fundacionales de nuestra universidad los llevó a cuestionar la estructura misma de la sociedad.

En esta época podemos encontrar el Frente Unido de Camilo Torres Restrepo enfrentando al sistema político osificado colombiano. Tuvimos a Orlando Fals Borda, Eduardo Umaña Luna y Germán Guzmán Campos denunciando los crímenes atroces cometidos por los liberales y los conservadores en el periodo llamado La Violencia. Tuvimos que sufrir el asesinato de Uriel Gutiérrez y de decenas de compañeros tanto en los hechos del 8 y 9 de junio, como el 16 de mayo de 1984. Durante todos estos hechos históricos, fueron los muros de la universidad y de la ciudad, y sólo los muros, la única forma que tuvieron los estudiantes de expresarse contra la persecución estatal y paraestatal, enfrentar una realidad colombiana conservadora, arcaica y denigrante, y construir en últimas, caminos de democracia.

En este cambio podemos ver que mientras se desarrollaba  la izquierda colombiana, la universidad -a pesar de las adversidades y caídos- a la cabeza de estos jóvenes revolucionarios salió al campo, a las ciudades, a las veredas y a todos los sitios donde su función de liderazgo nacional fuera necesaria. Alfredo Molano en su ceremonia de Doctorado Honoris Causa nos dice: Lo que en las aulas oíamos, en los prados digeríamos y en la 26 o en la 45, a piedra, defendimos. Teníamos que entregar intacto el legado de las luchas estudiantiles del 28 contra la Hegemonía conservadora; la del 54 contra la dictadura de Rojas Pinilla, y afirmar la nuestra contra el Frente Nacional, contra la agresión norteamericana a Cuba, contra el asalto a Marquetalia (…) buscábamos la verdad en algún barrio al sur de Bogotá y en alguna vereda de Boyacá donde hacíamos prácticas de campo para constatar las tesis de la sociología académica.

Durante todos estos hechos, reitero, fueron los muros, y los espacios que los estudiantes crearon en la universidad, desde el mural hasta el tropel, los pocos espacios de democracia que los estudiantes tuvieron, porque es legítimo desobedecer y resistir a la autoridad no legítima, a la autoridad que reprime y persigue, como los colonos norteamericanos a Gran Bretaña, nuestras colonias a el Imperio Español, la República frente a Francisco Franco en España, o las Brigadas Internacionales combatiendo a los soldados Nazis en los campos de Francia. Porque la democracia y la libertad no son regalos, son victorias del pueblo buscando libertad, porque el liderazgo nacional no fue un título relegado – como aquellos que sin hacer nada por el país, se sienten orgullosos estudiando en nuestra universidad- sino un título que ganamos defendiendo y construyendo la democracia como la universidad del país frente a los desmanes nacionales.

Para finalizar, ¿Cómo este debate se aplica al año 2015? ¿Cuál es la relación de estos momentos históricos con el actual? Para responder a la primera pregunta, tenemos que recordar algo muy importante para entender no sólo la universidad sino todo el país: que Colombia no es un Estado Nacional como habrían querido los amigos de Manuel Ancízar, sino que es un estado plural y diverso, donde cada región es diferente a la otra, donde tenemos negritudes y pueblos indígenas, y donde la universidad, como Universidad Nacional no puede pretender ser lo contrario. No se puede pretender que ‘la universidad del país’ sea blanca, aburrida, vacía, homogénea. Este es un país multicolor, un país que a pesar de la muerte aún sonrie y un país heterogéneo.

Y para responder a la segunda pregunta, no debemos olvidar que después de tanta guerra, muerte y persecución política, que tiene sus orígenes en las guerras del siglo XIX entre liberales y conservadores, nos encontramos en un país donde las últimas dos guerrillas grandes, el ELN y las FARC-EP se encuentran negociando con el gobierno de Juan Manuel Santos, razón por la cual, es nuestro derecho y deber como universidad atender a esto y no a una discusión trivial sobre los muros de la universidad; debemos volver a discutir sobre los problemas del país, sobre cuál democracia tenemos en Colombia, sobre cual es el modelo económico del país y su régimen territorial, entre otros temas. Y por sobre todo, acerca de lo verdaderamente importante en nuestra universidad: la democracia universitaria, el respeto por la diferencia y la construcción a partir de ella, la autonomía universitaria, porque los muros dejarán de ser un problema el día que la democracia sea verdadera.

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