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Ricardo Esteban Ruiz Castro

La Universidad de la paz

Estudiante de Ciencia Política. Exrepresentante de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia. Investigaciones en temáticas de educación e innovación.

Ricardo Esteban Ruiz Castro | 08 de marzo de 2016

Víctimas, victimarios, opresores y oprimidos de un conflicto que lleva más de medio siglo se han relacionado directamente con la U. Nacional. Muchos de quienes pasaron por estas aulas han enfrentado la guerra.

A todas luces, la Universidad Nacional de Colombia ha sido la institución que más se ha relacionado con el conflicto y ha incidido en  la construcción de la nación. Víctimas, victimarios, opresores y oprimidos de un conflicto que lleva más de medio siglo se han relacionado directamente con la Universidad Nacional de Colombia; Raúl Reyes, Jaime Garzón, Camilo Torres, Gerardo Molina, entre otros, son una muestra de ello. Muchos de quienes pasaron por estas aulas han enfrentado la guerra desde lo económico, político y social. 

Desde el plano académico, algunos grupos de la Universidad han buscado, directa o indirectamente, mitigar las problemáticas estructurales que dieron paso al conflicto: la posesión de la tierra, la presencia institucional, la marcada desigualdad o la persecución a población civil por su postura política. 

Precisamente, el grupo más significativo en esta relación es el Centro de Pensamiento y Seguimiento a los Diálogos de Paz, una especie de think tank docente que acompaña a las partes en La Habana en temáticas de comisión de víctimas, participación política, entre otras. El Centro de Pensamiento es una clara muestra de que la universidad puede aportarle a la paz de manera directa, con alto impacto e investigación social aplicada.

Ahora la pregunta es cómo el resto de la universidad le apostará académica e institucionalmente a la paz. Al respecto, ofrezco algunas soluciones estructurales. 

Primero, el impacto de nuestras investigaciones es algo que nos tiene en una mezcla de olvido y silencio frente al común denominador de la población colombiana. Si bien nuestras investigaciones demuestran calidad y pertinencia, el impacto que generan a la comunidad es discutible. Publicaciones que sólo se quedan en la sede -porque ni siquiera se comparten con otras universidades - y un Unimedios que maneja un lenguaje técnico antes que periodístico, hacen que sea necesaria la tarea de replantear cómo llegamos y beneficiamos a la comunidad universitaria.

Segundo, la interdisciplinariedad. Un proceso de la talla del posconflicto necesita políticas públicas, y para realizarlas se requiere sentar en la misma mesa a médicos, ingenieros, abogados, y demás profesionales. Lastimosamente las facultades se comportan como castillos o feudos diferentes, regidos por un sistema lejano. A veces, es más grave aún y no existen proyectos de investigación entre carreras de la misma facultad; utilizar este mecanismo nos fortalece como investigadores y como profesionales.

Tercero, las salidas de campo. Esta área es profundamente desigual, pues algunas carreras cuentan con excelentes condiciones y regularidad para hacerlas, pero en otras, especialmente humanidades, no se hace. Mientras los docentes solicitan periódicamente comisiones de estudios por seis u ocho meses, son ajenos a implantar en sus programas de curso salidas de campo como debe hacerse para lograr un apoyo institucional. Durante este semestre tuve la oportunidad de conocer un curso que ofrece salidas de campo sólo al nivel de la ciudad, y aun así, el ejercicio es muy enriquecedor, pues permite conocer en profundidad la población a investigar.

Por último, aceptarnos como interlocutores válidos. Un ejemplo es el ejercicio que hicimos la semana pasada con mi compañero Juan Carlos Rubiano. Decidimos solicitar al rector, a través de un oficio, que realizara una consulta a los estudiantes sobre conservar o reemplazar la imagen del ‘Che’ Guevara en el Auditorio León de Greiff. 

Lo hicimos por dos razones; primero porque nos dimos cuenta que para algunas partes de ciencias exactas no existe un significado, es decir, la foto de Alberto Korda les ‘da igual’ o simplemente desconocen el contexto donde se desenvolvió. Segundo porque consideramos que si haremos lo posible para que la firma de la paz se de en este auditorio, debemos resignificar nuestra imagen, pues el grupo guerrillero más importante del conflicto está aceptando que la política de las armas no nos lleva a ningún lado y que lo mejor es hacer política en las urnas. Hemos recibido apoyo, pero también insultos y opiniones relacionadas con ‘eso no es importante’.

Creo que lo importante es escucharnos por más divergentes que sean nuestras opiniones, desde que sea con respeto y sin caer en fundamentalismos. Esa misma disposición ha sido impulsada por el rector, una universidad que pretende que la firma de la paz se haga en su campus, y lo vea probable, necesita apoyarse en tan importante iniciativa: desde el rector hasta el estudiante de primer semestre. (http://www.elespectador.com/opinion/universidad-nacional-el-mejor-lugar-firmar-paz)
 

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