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Colombia, una nación que no sabe para donde va

Álvaro Moscoso  |  15 de abril de 2016 (19:50 h.)
Foto Revista Semana

Señor lector, sepa usted que este no es un artículo científico, sino un artículo de opinión que describe un país de realidad mágica, cualquier parecido con la realidad es una coincidencia. Los nombres de los aquí relacionados fueron modificados para proteger sus identidades, o al menos disimulados esperando que no nos asesinen por escribir esto.

Por: Álvaro Moscoso

Sin mayor rigor, diré que durante toda la vida “republicana” de Colombia, no hemos definido -como Nación- para dónde vamos.

En este país mágico, “Colombia es una nación muy rica” es una de las afirmaciones que no se discuten. Una nación bañada por dos mares e innumerables fuentes hídricas, una gran diversidad de flora y fauna, suelo fértil y fuente de materias primas, todos los pisos térmicos… oportunidades por doquier, pero no sabemos para dónde vamos después de más de doscientos años de independencia.

A pesar de todas estas riquezas, es un país al borde de una crisis económica y energética, huele a corrupción por todos lados, no hay separación de poderes porque todos son socios de todos, la justicia no es confiable, las cárceles no son para resocializar a los presos sino para meterlos entre cuatro paredes sin sentido aparente, o como diría mi mamá “Los meten a la cárcel para que aprenda mañas, la cárcel viene siendo como la universidad del delito”; los diferentes gobiernos están vendiendo –o casi regalando- las empresas del Estado, es decir, de todos los colombianos; la educación pública es de las peores del mundo y no nos educan para ser ciudadanos sino para ser empleados (explotados) que sigan órdenes y no piensen, estamos frente a un posible postconflicto y sin recursos para materializarlo, la industria nacional está agonizando al igual que el sector agrícola, los artistas y deportistas que no tienen cómo mantenerse con recursos propios terminan fuera del país o como mano de obra no calificada, la democracia está en llamas porque no hay ideología política y pareciera que aquí, el zoon politikon aristotélico no indica que somos seres políticos por naturaleza, sino que como políticos somos bien animales.

Frente a tan desalentador panorama, y desde que ingresé a cursar mi pregrado en Derecho en la Universidad Nacional de Colombia me he preguntado: ¿Dónde están los profesionales críticos que proponen soluciones para cambiar la realidad del país? Seguramente algunos andan haciendo algunas cosas de forma desarticulada en algún lugar. Parte de la respuesta la encontré en el lugar menos pensado: Me disponía a tomar un par de bebidas de cebada fermentada –no destilada- en un café en Tabio, y escuché una canción que se llama “Ciertos niños de la U” de Armando Junca”.

(Otros ciudadanos que intentan cambiar la realidad, o los matan, o se frustran luchando contra este gran monstruo llamado de múltiples maneras: corrupción, clientelismo, burocracia, pobreza, hambre, maquinaria… y de esto no sólo hay en los cargos electorales, lo hay en todos los espacios de lo público. Desde un pequeño colegio en un pequeño municipio, donde los contratistas se roban los recursos de los refrigerios para estudiantes; también en las Universidades Públicas, que mientras se caen los techos de las facultades por desidia, se invierten millonarias sumas de dinero en oficinas administrativas, en plumas de ganso y en “viajes diplomáticos-académicos”; también incluyendo la Alcaldía de Bogotá donde llevan intentando construir el metro hace más de 40 años, pero lo único que ha habido son estudios y más estudios, y tal cual carrusel moreno; hasta la misma Presidencia de la República, desde donde se derrochan los recursos públicos como si, en vez de ser una Administración Pública, fuera una familia real de la época feudal, situación que se repite en muchas administraciones municipales. Aunque, a decir verdad, esos administradores públicos sí que se dan vida de reyes.

Lo más impresionante de esta realidad mágica, es la poca indignación –o acción- de los ciudadanos a pesar de todas estas farsas que se resumen en un Estado Fallido, un Estado que no cumple sus funciones: Garantizar el goce efectivo de los derechos de sus ciudadanos. ¿Qué más debe suceder para que el pueblo colombiano decida para dónde ir como Nación? Más de doscientos años de historia republicana, y no sabemos para dónde vamos, es más, ni siquiera sabemos dónde estamos.

 

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