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Eduardo Umaña Mendoza, un humanista empedernido

Carlos Ariel Bautista Gonzalez  |  20 de abril de 2016 (20:38 h.)
Foto Carlos Ariel Bautista

El pasado lunes 18 de abril se cumplieron 18 años del asesinato de José Eduardo Umaña Mendoza. Abogado, defensor de derechos humanos y humanista, dedicó su vida a la búsqueda de la libertad, la dignidad y la justicia para las víctimas de crímenes de estado, principalmente.

Por: Carlos Ariel Bautista

“La paz no puede surgir del desorden, de la guerra sin cuartel, del crimen organizado, de las estructuras caducas, de la economía sin rumbos, de la injusticia social, del abandono de la eticidad.”

 

José Eduardo Umaña Mendoza 

Entre sus casos más recordados está la defensa de los familiares de los desaparecidos del Palacio de Justicia (caso instaurado ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos y que en el año 2014 condenó al Estado colombiano por lo ocurrido), el asesinato de los candidatos presidenciales Jaime Pardo Leal y Carlos Pizarro Leongómez o la reapertura de la investigación del magnicidio de Jorge Eliecer Gaitán.

Férreo defensor de la paz y de la terminación del conflicto armado colombiano, veía en la oposición a la paz una posición absurda que ningún honor hace a mente alguna. No obstante, su visión de la paz iba más allá de las promesas y del discurso que se venían adoptando en Colombia durante la década de los 90. Umaña consideraba que la paz solo sería realizable por medio de una democracia participativa y una justicia social, elementos que desarrollarían la discusión sobre la paz como un análisis y un cambio real, so pena de convertir aquellos otros procesos de paz en una gran mentira.

Así mismo, consideraba necesario adelantar un proceso de humanización de la guerra, en donde la paz de mentiras; aquella que no tenía en cuenta las disputas sociales por una vida digna y se fundamentaba en el fin de la confrontación armada, se derrumbara con su propio peso desvelando la pantomima de la supervivencia de los colombianos y permitiendo que se pudiera hablar con dignidad, que todos pudieran participar en el proceso de humanización de la vida.

José Eduardo fue un hombre que escapó a una contradicción inherente a los defensores de derechos humanos en Colombia, la que enfrenta por una parte a la soledad que ronda la lucha por la justicia y por otra, al amor por lo que se hace. La soledad originada por la persecución política, la falta de garantías para los defensores y por un proceso penal profundamente lesivo con el principio del debido proceso (como el de los jueces sin rostro), el amor proveniente de la defensa de la dignidad, la vida, la libertad y el trabajo. Como diría su hijo, Camilo Eduardo, tenía muchas madres como esas mujeres que buscaban, con esperanza, volver a ver a sus hijos desaparecidos; tenía muchos hermanos, cada sindicalista que luchaba por sus derechos y también tenía muchos amigos, personas como él, personas que creían en un país diferente.

Reconociendo la clara injusticia del sistema judicial colombiano, los muros de hierro que se levantaban entre el preso y la justicia, veía así mismo en el derecho una herramienta para la defensa de los luchadores sociales, los que arriesgaban su vida y su libertad por los derechos de las personas.

 

“Ellos son los mejores defensores, la gente, el pueblo es quien debe organizarse, quien debe defenderse, nosotros somos técnicos pero ellos son realmente los jugadores, a ellos uno se les debe. El aparato de justicia está hecho para los de arriba, sus normas son para defender a los privilegiados. Los luchadores populares, los desaparecidos, los asesinados y sus familiares recorren el camino hasta llegar a encontrarse nuevamente con la impunidad, el rostro de hierro estará siempre custodiado, pero si no hacemos lo necesario, si no asumimos la defensa, no podemos defender y demostrar que ese aparato de la 'injusticia' es un aparato de guerra, de destrucción de los pobres, por eso es necesario defender o si no mejor renunciar.”

 

José Eduardo Umaña Mendoza

 

Hoy día, ad portas de la terminación del conflicto armado colombiano, sus ideas, análisis y críticas son, más que nunca, fundamentales para poder dibujar la ruta de un país distinto. La construcción de un nuevo derecho que no se comporte como una máquina del terror, que se utilice como herramienta política, que entienda las necesidades y las consecuencias que conllevan el sistema jurídico, de una sociedad civil que participe activamente en la política, que por medio de esta configure una paz de verdad ajustada a las necesidades de las personas y no de las elites del poder. Que posea, este nuevo derecho, un enfoque de la enseñanza y la practica fundamentados en los derechos humanos, que conciba a la dignidad, la vida, la libertad y la verdad como los mínimos sobre los cuales un nuevo país se alce sobre las cenizas de su pasado.

 

*Coletilla: La demanda ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos fue interpuesta por Enrique Rodríguez, y en calidad de co-peticionarios el Colectivo de Abogados “José Alvear Restrepo” (Eduardo Umaña Mendoza participó en su fundación, y colaboró con él) y el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL)

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