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Lo que parece más evidente es lo que debe argumentarse con mayor rigurosidad o tendremos la tentación de afirmar con arrogancia que tenemos la verdad.

¿Falta algo por decir?

Daniel Niño  |  05 de febrero de 2017 (09:15 h.)
Tomado de: https://goo.gl/X5T6RE

Considero que el debate que se ha suscitado debe ser aprovechado para preguntarnos si nuestra sociedad realmente representa los valores que son exaltados por quienes rechazan las corridas de toros, ¿realmente nuestro país tiene el respeto a la vida como su valor guía por encima de cualquier otro?

Por: Daniel Niño

Con motivo del regreso de las corridas de toros a Bogotá, en los últimos días hemos escuchado todo tipo de opiniones acerca de esta práctica, desde las que redignifican su valor simbólico, su carácter cultural, artístico y tradicional, hasta las que la repudian con todo tipo de fuertes adjetivos por considerarla cruel, injusta e incluso representar nuestra sociedad clasista, elitista y confesional. A pesar de ser puntos de vista opuestos, lo que tienen en común la mayoría de estas opiniones es que representan la capacidad que tenemos los colombianos para polarizar todos los temas y hacer oídos sordos a lo que tiene la contraparte por decir.

Es en este contexto de polarización en el que pareciera que no hay nada que no se haya dicho aún, considero pertinente hacer un ejercicio de autocrítica que nos permita poner en consideración la legitimidad y la coherencia de nuestra argumentación. Lo que parece más evidente es lo que debe argumentarse con mayor rigurosidad o tendremos la tentación de afirmar con arrogancia que tenemos la verdad.

Uno de los argumentos más recurrentes por parte de los defensores de las corridas es el de señalar la doble moral por parte de un gran porcentaje de los opositores, esto al llevar un estilo de vida carnívoro que implica un prolongado maltrato y sufrimiento a millones de animales, además de un importante impacto al medio ambiente. Considero que es una crítica válida; no podemos escandalizarnos con el sufrimiento que es público y hacer silencio al que sostiene nuestro estilo de vida. No afirmo que debamos ser vegetarianos para expresar nuestra inconformidad a la manera como es tratado y sacrificado el toro, afirmo que podríamos ganar coherencia si, como consumidores de carne, empezamos a preocuparnos por las condiciones de los animales destinados a nuestro consumo y exigimos mejores condiciones para ellos, reduciendo el sufrimiento al que son sometidos.

En ocasiones se ha llegado a proponer un referendo para prohibir las corridas de toros con la idea de que es suficiente con que la mayoría de la población rechace una tradición o comportamiento para que sea prohibido. Esto sorprende aún más cuando dicha propuesta viene de sectores que se llaman progresistas o liberales y que han manifestado su rechazo en otras ocasiones donde se propuso poner a consideración de las mayorías derechos y expresiones de minorías, es por esto que es necesario reconocer que un referendo en este contexto es tan ilegitimo como en las ocasiones donde se alzó voz de protesta por llamar este tipo de iniciativas contrarias a nuestro estado de derecho que debe garantizar los derechos de las minorías.  

Los aficionados a la tauromaquia acusan a los anti-taurinos de ignorar el valor simbólico y cultural, recuerdan que esta práctica representa el enfrentamiento en que los humanos vivimos constantemente entre nuestra parte animal e instintiva y nuestra parte racional. Aun si reconocemos un contenido simbólico en ésta práctica, es sano que una sociedad transforme sus símbolos cuando los antiguos dejaron de representarla en coherencia a los valores en los que se basa. Necesitamos símbolos nuevos y nuevos rituales que expresen la sociedad que queremos construir y nos recuerden a donde queremos llegar.

Considero que el debate que se ha suscitado debe ser aprovechado para preguntarnos si nuestra sociedad realmente representa los valores que son exaltados por quienes rechazan las corridas de toros, ¿realmente nuestro país tiene el respeto a la vida como su valor guía por encima de cualquier otro? ¿Realmente vivimos en un país que repudia la crueldad, la violencia y el sufrimiento innecesario? O por el contrario, ¿estamos habituados a las imágenes de violencia y crueldad expuestas con sevicia en nuestros medios de comunicación casi hasta el punto de hacer parte del entretenimiento de los colombianos?

No se trata de equiparar la vida de un animal a la vida humana, se trata de reconocer que si incluso la vida de un animal es valiosa, la vida humana es sagrada; un pensamiento sano para nuestra sociedad que sistemáticamente ha despreciado la vida. En este sentido, un eventual pronunciamiento de la corte constitucional a favor de prohibir las corridas de toros debería ser interpretado como el símbolo de que queremos ser un país que es sensible al sufrimiento y que valora la vida sobre todo lo demás.

 

 

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