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En esta ciudad parece ser que resulta más grave tener un mal trato con la basura que con una persona.

Habitantes de calle: Un reflejo de la política bogotana

Miguel Angel Tavera  |  28 de agosto de 2016 (17:23 h.)
habitantes

Da mucho que pensar el hecho de que la administración de la alcaldía de Peñalosa no fue capaz de avizorar el gran desplazamiento que iba a suceder (problema que va para tres meses) o de no tener unas propuestas firmes que comenzaran a marchar una vez realizada la intervención en el Bronx. Entonces yo me pregunto: ¿en qué estaban pensando? Parece que aquí se actúa conforme a los índices de popularidad.

Por: Miguel Ángel Tavera

 

“No perdamos nada de nuestro tiempo; quizá los hubo más bellos, pero este es el nuestro.”

Jean Paul Sartre

Nos entendemos como seres humanos al poseer características comunes, los matemáticos dirían que por tener todos los elementos del conjunto “humanidad”. Elementos que delimitamos más allá de los factores biológicos, mediante la creación de derechos y deberes, cada vez que alguien los transgreda queda excluido del conjunto, se convierte en un tabú, en algo intocable y necesita expiar su transgresión, generalmente siendo aislado de la sociedad.

Así ha funcionado la civilización, grosso modo, a través de los años. Sin embargo, hablando de los habitantes de calle, una reportera preguntó: “¿cómo se hace para que quieran volver a ser humanos?” Me vi impactado de inmediato. Pero pensándolo a fondo, esto es lo que sucede cuando se acusa a alguien de violación o de asesinato, se les anula como humanos y se forja un odio (que esconde un miedo también) al saber de su sola existencia. Por eso se suele hablar de los habitantes de calle de manera tan despectiva y se les nombra al antojo del discurso porque tienen una pequeña fragilidad: que no son “civilizados”. No estoy equiparando un crimen con vivir en el asfalto, sólo trato de exponer la crudeza con la que se les suele juzgar por no cumplir unos “estándares” de humanidad.

Es así como nace la angustia de la sociedad y la búsqueda de una “resocialización” con estas personas, para poder eliminarlos como amenaza porque, de aceptarlos tal y como son, se verían afectados todos los parámetros que nos hacen ser “civilizados” y se caería en crisis. El problema entonces recae sobre los que tienen el poder y los medios para ayudarles, pero ¿por qué ellos no prestan atención a estas problemáticas?

En esta ciudad parece ser que resulta más grave tener un mal trato con la basura que con una persona. No llevo las cosas a un extremo, sólo materializo con palabras lo que se entendió cuando, a principio del gobierno del exalcalde Gustavo Petro, se formó un alboroto por el contrato de la recogida de basuras, pero que, frente al espectáculo de desplazar y de no dar soluciones concretas a la problemática del habitante de calle (sino hasta estos momentos en que se propagó), esas mismas voces de antaño que entonces criticaron la administración de Petro, no se hayan pronunciado frente a esta situación.

Esto no es una propaganda política, es una pregunta que considero importante poner sobre la mesa: ¿por qué ésta vez no dieron a conocer sus opiniones con la misma intensidad frente a una situación que, a mi juicio, resulta de una mayor trascendencia para la ciudad? Además, resalto que estas problemáticas se estén dando en un contexto en el que se está abanderando un lema de “paz con equidad”.

Las propuestas van desde la reintegración hasta la creación de campamentos humanitarios (Hollman Morris y Alirio Uribe), de fincas productivas (Daniel Palacios) o de zonas de convivencia (Horacio Serpa). Algunas de estas soluciones planean una rehabilitación, pero se pone otro punto en cuestión: ¿cómo inducir a cambiar a quienes tienen una adicción y son manipulados por mafias? Tal vez sea necesario que, además de discutir sobre la obligación a la rehabilitación, se realice una investigación de inteligencia acerca de cómo se mueve el negocio del narcotráfico, de los que el microtráfico de los “sayayayines” es sólo una arista. Además de que, si se hace de las calles un lugar menos atractivo para sus habitantes (Javier de Nicoló), se hace más factible que accedan a las propuestas del Distrito.

Otros, como la personera de Bogotá, Carmen Castañeda, le apuestan a la educación como la salida para evitar perder a una generación entera, en contraste con permitírseles seguir su vida de adicción. Para Castañeda esto no resuelve el problema, sólo lo aleja de las calles bogotanas. Sin embargo, en un país donde sólo se pronuncian en el tema de la pedagogía cuando se habla de género, es decir, algo que no influye en lo absoluto en el aprendizaje, ¿será posible apostarle primeramente a la educación?

El debate continúa, pero es interesante notar que algunas voces sólo se pronunciaron cuando se involucraron los DDHH, u otras que hablan de soluciones idealistas pero no tienen un plan concreto. Da mucho que pensar el hecho de que la administración de la alcaldía de Peñalosa no fue capaz de avizorar el gran desplazamiento que iba a suceder (problema que va para tres meses) o de no tener unas propuestas firmes que comenzaran a marchar una vez realizada la intervención en el Bronx. Entonces yo me pregunto: ¿en qué estaban pensando? Parece que aquí se actúa conforme a los índices de popularidad.

 

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