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El acceso al conocimiento se está viendo restringido por sus altos precios, no solamente de los libros, sino debido a que el alza de impuestos es cada vez mayor.

Por una libra y unos cuantos libros

Miguel Angel Tavera  |  18 de febrero de 2017 (15:32 h.)
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Espero que, como artistas, no estemos condenados a ser como el poeta que murió congelado en el invierno a orillas del jardín de un rey que se mofaba de su arte, como envueltos en una pesadilla de Rubén Darío.

Por: Miguel Tavera

“Los libros tienen los mismos enemigos que el hombre: el fuego,

la humedad, los animales, el tiempo y su propio contenido.”

Paul Valéry

 

Un cúmulo de personas se fue juntando desde las horas de la mañana en una de las laterales de la plaza central, los murmullos iban apoderándose de la cotidiana soledad que sufren los emblemáticos combatientes pintados en las paredes. Donde se cobija la papelería y una nota revolucionaria que proclama “Un mundo que ganar” fue donde se llevó a cabo, el día 16 de febrero, una Feria de libros a cinco mil. No existía una expectativa clara acerca de éste evento, pero sí se tenía conocimiento de que se iban a poner a la venta alrededor de mil libros.

El orden era el siguiente: Samuel Navarro (actor principal del evento), cada hora abriría una caja y pronunciaría uno a uno los títulos para que el primer grito entre la multitud tuviese la posibilidad de comprarlo. Sin embargo, como ya es costumbre, las reglas del juego no agradaron del todo y las personas comenzaron a exigir que fuera más y más rápido la apertura de cajas puesto que a veces se llevaban grandes decepciones el escuchar nombres como “aumenta tus poderes paranormales”, “renueva tu vida”, “el secreto del triunfo” y “cómo lucir genial en 7 días: sé la envidia de tus amigas”, el cual, debo admitir, me vi tentado a comprar.

Pese a todo, el día transcurría y en su mayoría las personas, aunque impacientes, esperaron cada hora para probar suerte, sentí como si estuviésemos protagonizando la dinámica de uno de los juegos de Facebook. La literatura fue la principal protagonista de éste evento, seguido por los libros científicos y, en menor medida aunque con mayor gracia, los libros acerca de cocina y superación. Los rostros iban arremetiendo contra la esquina, unos molestos por el desorden y otros efusivos, casi de cara a los libros que reposaban en el suelo (ejemplares que parecían estar abandonados allí desde el inicio de la feria). En ese preciso momento una sonrisa se dibujó en mi rostro, sin siquiera tener motivos para ella, era este pequeños sacrificio por embarcarse en la aventura de ir de lado a lado buscando un libro, abriendo páginas polvorientas, preguntando por autores (sin faltar el desubicado que preguntaba también por los precios), todo aquello fue la demostración de que en Colombia sí hay cultura, sí hay algo que rescatar… Todo vino a mí, mientras varias personas me reclamaban moverme pues estaba haciendo estorbo, “tienen coraje y ansias”, me dije.

Sin embargo, los altos índices de analfabetismo están entre las principales problemáticas de la sociedad colombiana, una encuesta de Consumo Cultural del 2014 revela que menos de la mitad de la población mayor de 12 años (el 48%) manifestó haber leído algún libro y esa misma encuesta estableció que entre 2010 y 2014 la lectura disminuyó en un 7%. Se señala que los colombianos leen en promedio entre 1.9 y 2.2 libros por año. Entonces este evento, aparentemente pasajero, demostró la necesidad de adquirir libros a un precio razonable, lo que me permite afirmar que el acceso al conocimiento se está viendo restringido por sus altos precios, no solamente de los libros, sino debido a que el alza de impuestos es cada vez mayor, lo cual es un impedimento a que los colombianos puedan destinar una parte de sus ingresos a la acogida cultural que, en los últimos días se ha visto amenazada, al punto en que el 15 de Febrero, en el Teatrova, hartos de las medidas de la Alcaldía Local, definieron una fecha para movilizarse y aprovecharon que el 27 de marzo es el Día Internacional del Teatro y la Dignidad del Arte para expresar insatisfacción con las reformas que ha introducido este año el Ministerio de Cultura.

Tomando en cuenta estos sucesos, que parecen estar desconectados, cabe cuestionar el papel que está tomando la Universidad Nacional de Colombia frente a las actividades culturales, la promoción que hace de los grupos que representan a la institución y el dinero destinado a estos. Continuamos reproduciendo la dinámica hollywoodense de hacer más conocido al actor que al autor, es decir, son más reconocidos aquellos que frenan la movida cultural argumentando que “no hay presupuesto porque es de escasa importancia para los problemas de la nación” que aquellos que lloran el arte, como el director de la obra Viajas en el viento Antígona, Rodrigo Rodríguez y su espectacular actriz, Erika Lozano, que pese a sus constantes presentaciones, sufren la misma soledad que envuelve la plaza central de la Universidad, silencio que colma los espacios hasta que un tenue sonido, como el de unos cortos aplausos, reverdece su espíritu.

Espero que, como artistas, no estemos condenados a ser como el poeta que murió congelado en el invierno a orillas del jardín de un rey que se mofaba de su arte, como envueltos en una pesadilla de Rubén Darío.

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