Algunos nos quejamos porque sentimos cómo se nos impone una clase de música que observamos con desdén, y no es que pidamos que Mozart o The Rolling Stones se tomen a los buses del país. No se trata de una especie de superioridad chibcha que desprecia lo criollo, es más bien un clamor por la neutralidad. Si el blanco es un color que une, el silencio podría adornar el espacio que todos juntos, queramos o no, compartimos. 

¿Y a qué va esto? Se sabe que Sayco y Acinpro cobrará, con mayor intensidad, a conductores de buses y taxis lo que ellos llaman derechos de ampliación adicional. Es decir que cobrarán por la música que se difunda en los vehículos de transporte público. ¿Y qué pasará con la usual música tropical que enarbola los viajes? ¿Se trata de orden audiovisual  en el espacio público o de la astucia de un gremio para sacar provecho? 

Uno de los grandes problemas que encarna esta norma es la del control por parte de la policía y las autoridades competentes. ¿Cómo tendrán certeza de quiénes pagan y quiénes reproducen música? Si yo hago un asado en un parque público y pongo música de la radio ¿cómo pago por esa difusión? Si las emisoras pagan derechos de autor ¿no sería doble cobro?  ¿Cargar con un radio será sinónimo de criminalidad? En un país en donde la evasión y elusión de impuestos es una práctica generalizada y en donde la criminalidad y la ilegalidad hacen mella podría ser una medida que se saldrá de las manos y añadiría cargas innecesarias al sistema punitivo ¿El dinero irá en verdad para las aristas? El historial de corruptela de Sayco y Acinpro parece indicar que no. 

Esta especie de ‘impuesto’ causaría lo que en economía llamamos efecto ingreso con algunos agravantes. Se encarecería el precio por consumir música reproducida en transporte público, lo que causaría una posible reducción de la demanda por música tropical, no por nada varios gremios de transporte analizan la posibilidad de no usar radios en sus automotores. En consecuencia, el remedio resultaría más grave que la enfermedad pues los asociados a Sayco y Acinpro perderían un espacio por excelencia para la difusión de las obras de los artistas; como resultado, disminuiría el reconocimiento de los mismos y por ende se afectarían las ventas de los artistas, es decir, se reduce el tamaño de mercado. 

Ante la difícil labor de control por parte de las autoridades se podría ver otro efecto externo: la conformación de un mercado negro. De hecho, ante cualquier acto prohibicionista suele producirse una reacción sin igual. De esta manera existirían muchos incentivos para que los conductores inventen alternativas con tal de violar la norma. ¿Como cuáles? La creatividad no tiene límites, pero la mía sí.

Este es un caso típico en donde una medida que tiene como principal objetivo financiar un fondo para artistas asociados podría tener consecuencias adversas para los mismos. Sin embargo, lo expuesto anteriormente puede ser tan solo una posibilidad. Lo que se espera es que todos paguen sin inconveniente alguno el ‘tributo’ que en sí mismo parece absurdo. 

Más allá de esto, la discusión debería girar en torno a las condiciones de los artistas, pues estos ejercen un rol que ilustra y determina muchos aspectos culturales del país, pero también, se deben tener en cuenta los consensos sociales. Con esto último quiero decir que las sociedades deben llegar a acuerdos para el sano curso de su convivencia y esta se ve desde lo más mínimo, como por ejemplo, la música que se reproduce en lugares públicos. 

 @jmmonroyb