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Juan Manuel Monroy

El cuarto poder

Estudiante de economía UN. Fundador de CiudadBlanca. Interés en economía política y distribución del ingreso. @jmmonroyb

Juan Manuel Monroy | 16 de abril de 2016

Foto Telesur

Se dice que fue Burke, en la víspera de la revolución francesa, el primero en rotular bajo un tinte premonitorio y rimbombante de esa forma a los medios de comunicación, Quatrième pouvoir, se diría en francés. Y en verdad, no se equivocó.

La radio, la prensa y la televisión han acumulado una capacidad de influencia sin precedentes en las democracias modernas, y en muchos casos, ante el amparo de la libertad de expresión actúan desaforadas, sin quien las controle y  ejerciendo un poder inusitado que actúa a la par del poder ejecutivo, el judicial y el legislativo mediante su vocación para disuadir. ¿Y esto es malo? No, no lo creo, realmente la respuesta más sensata es ‘depende’.

Leopoldo Fergusson, en su curso de economía política mediante papers formales, estructurados y con fuertes estrategias de identificación empírica, expone las ventajas, las desventajas y el poder de este poder. Antes de hacer una somera mención sobre algunos hallazgos en esta área, es importante advertir sobre los posibles riesgos de la identificación en ciencias sociales pues correlación no implica causalidad, en general, existe un riesgo latente hacia la trivialización de las ciencias.

Para hablar del lado bueno de los medios, Besley y Burgess enseñan con datos de la India que los gobiernos estatales son más responsables a las caídas en producción de alimentos e inundaciones vía gasto público y atención a calamidades justo en donde la circulación de los diarios es alta y se tiene una población electoral importante. Esto pone de relieve que las preferencias de los ciudadanos se ven reflejadas en las políticas públicas, en buena medida, gracias a los periódicos. Este tipo de aportes son sustanciales a la hora de entender las dinámicas entre medios y políticos y su posible efecto positivo en la medida en que los medios incentiven a que los políticos actúen en beneficio de la población que los eligió.

Pero no todo es color de rosa, la fantástica neutralidad de los medios no es tal. Con base en la construcción de un índice del sesgo de los medios en Estado Unidos siguiendo las palabras más comunes que usan tanto demócratas como republicanos, Gentzkow y Shapiro encontraron que los lectores tienden a seguir las noticias que a ellos más les gusta y si bien la identidad del dueño del periódico no explica en gran manera el sesgo de los medios, su inclinación política sí se manifiesta fuertemente. El sesgo de los medios se refuerza con el hallazgo de Prat y Stromberg quienes observaron que los diarios estadounidenses con afiliación política demócrata tienden a publicar noticias económicas sobre fenómenos no tan favorables como la inflación o el desempleo cuando quien gobierna es un republicano.

Darío Restrepo, en una columna para El Tiempo ya del siglo pasado, niega que sea la prensa el cuarto poder, sostiene que más bien es esta el servicio al poder de la población, sin embargo, el hecho de ser un poder público significar que puede cambiar el rumbo de determinadas políticas o de hechos nacionales. Uno podría anticipar que los medios tienen muchos incentivos y oportunidad de hacerlo efectivo, tan es así que McDonald y Lenz muestran cómo en el Reino Unido la prensa fue determinante en el triunfo del laborista Tony Blair para las elecciones de 1997.

Ahora, si bien los medios podrían e influencian a la población, es posible prever su vulnerabilidad al ser capturados por políticos, como se probó en Brasil, en donde la asignación de licencias de radio comunitaria atadas a un político en particular incrementa en un 17% sus votos así como la probabilidad de ganar una elección en un 28%.

Son varias las preguntas y conjeturas que uno podría formular en cuanto a los medios de comunicación y su papel en las instituciones de un país. En particular, uno podría ver con buenos ojos el afán de la izquierda latinoamericana por establecer reglas de juego para los medios de comunicación o también podría validar la culpa que se le atribuye a los medios de comunicación en Brasil por la furia social en contra de la corrupción si no se tratara de que quienes hacen los controles y las críticas son políticos, y estos tienen fuertes incentivos a capturar y a reprimir medios porque entienden el significado y relevancia de su poder como ningún otro actor de la sociedad.

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