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Felipe Leal

Prensa amarilla

Estudiante de economía. Contacto aflealm@unal.edu.co

Felipe Leal | 28 de febrero de 2016

caracol

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hace varios meses me propuse dejar de  ver los noticieros nacionales, los  derroches de frivolidad y sensacionalismo que los caracterizan, retratan  la cara de un periodismo sin fronteras morales: plagados de grabaciones aficionadas que involucran incidentes sórdidos como linchamientos o riñas callejeras, fragmentos  de cintas de seguridad de supermercados robados, y reportajes cursis que apelan a la miseria humana para cautivar a la audiencia, los informativos de las dos principales cadenas del país  han alcanzado un éxito  notable en términos de audiencia a costa de degenerar el oficio periodístico.


Sin embargo, no logro mantenerme alejado de ellos. Algo tendrá que ver el hecho de que desperdicio un buen tramo de mi tiempo libre en internet, un  espacio en el que tiene buena acogida cualquier material morboso o sensiblero, especialmente si es violento; además, a la hora de almorzar la tentación de prender el televisor es fuertísima,  imposible resistirse, es imperativo el ruido de ese aparato haciéndome compañía, no importa qué clase de basura esté sintonizada. 


Estar sujeto a su influencia me ha permitido  seguir de cerca la transformación sufrida en los últimos tres años por los noticieros de Caracol Televisión y RCN; antes los directivos de estas dos cadenas veían los noticieros como instrumentos para ejercer influencia en la política pública como grupos de presión en temas que los afectaran directamente o a los intereses de sus propietarios. Ahora han entendido que la información, además de significar poder político, también puede ser un excelente negocio al convertirla en un espectáculo truculento que dispare los índices de audiencia.


Años atrás el sensacionalismo era una cualidad fortuita de los productos periodísticos ofertados por estas cadenas (el cubrimiento de una liberación de secuestrados,  reportajes propagandísticos en contexto de una crisis diplomática, etc.); hoy  en día, en cambio, el sensacionalismo es el paradigma en torno al cual se teje la producción de sus contenidos.


¿Quién fue el artífice del cambio de mentalidad? Luis Carlos Vélez, un economista que en 2012 se convirtió en el director de Noticias Caracol y que replicó en Colombia un formato que ha sido muy exitoso en Estados Unidos. Así lo reseño el crítico de televisión Omar Rincón: “En la forma logró que los periodistas hablen más lento y se les entienda, hizo del directo y el falso directo el eje de las noticias (el directo es la clave de la televisión)”. Además, el mismo Luis Carlos Vélez convenció a los directivos del canal para que hicieran una inversión considerable en equipos electrónicos  que posibilitaron presentaciones interactivas y otra serie de mejoras visuales. 

 

Foto tomada de www.elespectador.com
El foco de los reporteros  se centró en la búsqueda de videos en las redes sociales de peleas de borrachos, huecos en las vías, accidentes automovilísticos y  colados en Transmilenio (entre otras cosas). De no encontrar nada a que sacarle provecho en internet o en los archivos de la policía, existía la alternativa de mandar  equipos de reporteros y camarógrafos para que buscaran por ellos mismos estos hechos para hacerlos noticia.  La crónica roja, que por años había estado limitada a pasquines de baja circulación como El Espacio, fue reintroducida exitosamente en forma de “especiales periodísticos”.


Con estos cambios, Luis Carlos Vélez aplastó en términos de audiencia a la competencia directa, Noticias RCN, noticiero que en ese momento era dirigido por Rodrigo Pardo. Una buena medida del éxito Vélez es, no cabe duda, que RCN haya nombrado como directora después del retiro de Pardo a Claudia Gurisatti, quién replicó el modelo extraído por Vélez de Estados Unidos.


Ante el creciente desinterés del público por la prensa impresa no han sido pocos los periódicos que han visto la prensa amarilla como un salvavidas ante la crisis. Incluso diarios de una amplia respetabilidad y tradición como El Espectador o El País de España han decidido introducir contenido sensacionalista en sus portales web para vitalizarlos. 


Por lo pronto, la era de oro de la prensa amarilla está lejos de tocar final, los propios medios conspiran en contra de ello: están los sensacionalistas que se escudan en la libertad de expresión para justificar su mediocridad y desvergüenza, y los otros, aquellos que aún no han quedado encadenados en esta espiral de depravación y sin embargo guardan un silencio cómplice, se resisten a la idea de criticar a sus propios colegas, por una especie de solidaridad de cuerpo, imposibilitando una reforma interna en los medios. 
 

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